Purgatorio.

Las caras son tan extrañas y tan asquerosas que me hacen desear no volverlas a ver, las risas a lo lejos me llenan de odio, sus rostros despreocupados me observan criticándome en su mente; quiero vomitarles encima y manchar su felicidad. La putrefacción en mi interior colapsa, los malos pensamientos se apoderan de mi y necesito otra descarga.. Me tiemblan las manos y mi mente se pone en blanco, voy lo más rápido posible a la heladera y empiezo a intentar calmar mi vacío, me lleno el estomago lo más que puedo hasta que no aguanto más y voy al baño: Comienza mi ritual.
Intento torpemente prender un cigarrillo en el camino, y una vez adentro me arrodillo llena de lagrimas. Me meto los dedos, primero con delicadeza, y después con bronca y violencia. Al lograr que el vomito salga y caiga sobre la bañera me siento feliz, sigo repitiendo la misma acción con los dedos, me lleno de suciedad, al igual que en mi mente. Al terminar, todavía no es suficiente, la garganta me arde, la consciencia también. Busco desesperadamente algo, algo filoso que me haga sentir. Algo que me haga sentir humana. Con la misma violencia de antes, ahora agarro la gillete y la aprieto fuertemente sobre mi brazo. La sangre comienza a caer, caen gotas de a montones, al igual que lo hacen desde mis ojos. La sangre tiñe mi piel blanca, la mancha con su lujurioso color rojo. No puedo más que sonreír en esa mezcla de vómito, sangre y lágrimas. Prendo la ducha, el agua hace que mis muñecas me ardan aún más. Lo limpio todo, no dejo huellas, el lugar del crimen queda intacto. El crimen contra mi misma.

Cosas.