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domingo, 10 de enero de 2016

Un año cualquiera.


Hace más de un año que no escribo, realmente no supe cómo hacerlo. No supe por dónde empezar..

Me prendí un quizás último cigarrillo, dejé el evatest sobre el borde de la bañera y esperé sin mirar. No pensaba en nada realmente, tenía la mente tranquila y en blanco. Cuando exhalé el humo del tabaco por última vez miré hacia el costado y vi dos rayitas rojas perfectamente marcadas. Un bebé.
Desde que supe de su existencia dejé de fumar y de beber alcohol. Nunca más lo necesité hasta ahora. Tenía a alguien que dependía completamente de mi y yo estaba dispuesta a dar mi vida entera por ella. En la primera ecografía cuando escuché su corazón por primera vez se sintió como caballos galopando fuertemente y con muchas ganas de vivir. Supe que tenía casi cuatro meses de embarazo y que nacería por cesárea ya que tenía placenta previa oclusiva total. El obstetra me indicó reposo absoluto y yo hice todo lo posible para que mi bebé llegara a nacer a término: tenía un embarazo de alto riesgo.
En los ocho meses que duró mi embarazo aumenté dieciocho kilos, lo cual era mi menor preocupación. Yo comía sanamente y disfrutaba de cada movimiento dentro de mi vientre. Tuve mucho miedo, muchísimo, lloré como nunca en mi vida pensando en ella. Yo no hubiera soportado no llegar a conocerla.
A los siete meses aproximadamente empecé a tener pequeñas perdidas de sangre y me inyectaron algo para madurar los pulmones del bebé porque había muchas posibilidades de que naciera prematura.
Y así fue un mes después, el 31 de diciembre de 2014 me desperté de una siesta sintiendo que algo se desprendía en la parte baja de mi cuerpo, me paré inmediatamente y vi como se deslizaba entre mis piernas chorros de sangre, no sentía dolor, no sentía nada. En cuestión de segundos había un charco rojo alrededor mío y la hemorragia no paraba, cuando estaba presionando con una toalla mientras esperaba la ambulancia me caían pedazos de placenta (desprendimiento de placenta). Tengo que admitir que llegué a pensar que estaba perdiendo al bebé pero estaba tranquila, yo sentía que todo estaría bien. En la ambulancia el enfermero me dijo “Esta noche vas a tener a tu bebé en tus brazos”.
En cinco minutos ya estaba en una camilla, envuelta en una toalla ensangrentada, entrando en la guardia del hospital Thompson. Mientras me desnudaban completamente me tomaban los datos y yo no sé si es que estaba en shock o qué, pero después de terminar de responder las preguntas lo único que dije fue “Quiero verla cuando nazca”. Me escucharon los latidos y supe que ella estaba viva.
En el quirófano me hicieron sentar desnuda en posición india y me pusieron la anestesia en la espalda, no me di cuenta en qué momento me pincharon. Todo ocurría en surrealismo.
Después me acostaron, me pusieron una tela para que no pudiera ver mientras me operaban, me extendieron los brazos en forma de “T” con cables y suero. Todo ocurría exageradamente lento y no entendía lo que hablaban entre el cirujano y la enfermera. Yo miraba sus caras mientras sentía cómo me manoseaban por dentro, pero siempre sin dolor.
En un momento bajan la tela y me pude ver la panza abierta, de adentro mío salía el cordón umbilical que todavía estaba pegado a ella, sostenida por el cirujano. Me la mostró y yo estaba muda, mi bebita era tan pequeña, tan frágil.
Le cortan el cordón, vuelven a subir la tela y se la llevan. En ese momento la escucho llorar en la habitación de al lado, el cirujano sonríe, me da un beso en la frente y me dice “Escucha como chilla!”, después siguió con lo suyo.
En ese instante me sentí vacía, pero vacía de verdad. Unas ganas incontrolables de levantarme para poder agarrarla y tenerlas en mis brazos me recorría en todo el cuerpo. Pero se la llevaron a Neo y cuando terminaron de coserme me llevaron a la sala donde están todas las recientes madres para que me recupere de la cesárea. Ellas tenían a sus bebés menos yo, todavía no la había tocado y me sentía impotente de no tenerla cerca. No podía mover la mitad de mi cuerpo, mi beba estaba lejos, yo escuchaba muchas voces pero no entendía nada. Escuché los fuegos artificiales del nuevo año, cerré los ojos y me dormí esperando poder despertar.

Matilda significa guerrera, nació de 35 semanas perfectamente sana y no necesitó incubadora. Pesó 2,185 y midió 45cm.

Ahora ella tiene un año y en este momento esta durmiendo en mis brazos, son las tres de la mañana y creo que ser su mamá es lo que me devolvió la sensación de sentirme viva.

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5 comentarios:

  1. qué bella! y toda una luchadora!
    me alegra que hayas encontrado tu tesoro, tu razón para vivir.
    Besito a las 2!

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  2. Es muy hermosa! Felicidades infinitas! es lindo leer a alguien así de feliz! Pasaste por mucho pero valió la pena.. odio que traten así a las mujeres en los partos, eso de que no te la dejen tenerla y no mas se la lleven, en fin, lo importante es que está con vos y wow es tan linda! es una guerrera definitivamente!.

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  3. Tienes una bebé hermosa! debió de ser duro pero bueno, ya la tienes a tu lado. Disfruta mucho de ella.

    Un fuerte abrazo.

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  4. Es germisa tu hija! Y su no.bre me encanta! Son luchadoras.. Las dos c:

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  5. Que hermosa historia con final feliz, Matilda está preciosa es un pequeño milagrito. Espero que a las dos les esté yendo muy bien, mis mejores deseos y mantente siempre fuerte para que siempre esten juntas y conquisten el mundo <3

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