
Entré al consultorio, saludé y me senté como cualquier otro día sobre la camilla, me tomaron el pulso y me pidieron que me saque la ropa. Yo me negué, claro, yo sabía que debajo de mi buzo había líneas rojas. Pero me insistieron tanto que terminé accediendo, y ahí lo vieron. Me pesaron y después salieron del consultorio para hablar. En ese momento aproveché para ver mi peso en mi ficha –que sólo mi psicóloga y psiquiatra podían ver-, mamá estaba callada y simplemente observaba. Pude ver que la primera vez que fui a ese lugar mi peso estaba en 43, y ahora estaba en los 36 kilos. Lo cual me sorprendió, yo estaba convencida de que había estado subiendo de peso, además antes de ir comía algo y tomaba muchísima agua. También había una especie de árbol genealógico que partía desde mi nombre, las flechitas apuntaban a distintas personas de mi familia y decía cómo era mi relación con cada uno de ellos; había otras anotaciones y observaciones pero no pude ver mucho ya que enseguida volvieron a entrar.
Ahí fue cuando me dieron la noticia “Te vamos a tener que internar”. Me explicaron que mi peso era critico y quizás si no me hubiese cortado podía seguir con el tratamiento a distancia, pero que ya no se podían arriesgar tanto conmigo, ya que ni siquiera hablaba con la psicóloga que me habían designado. Mamá se quedo hablando ahí, y una enfermera me llevó hasta mi habitación. Era al fondo del hospital, subiendo un piso en la sección cuatro. Me pidió que me quedase ahí y se fue.

(Los puntos rojos serían las puertas, lo demás esta señalado, espero que se entienda e.e).
Después de un rato la enfermera volvió con mi vieja y nos explicó “las reglas”: Todas las mañanas a las siete tenía que pesarme en ayuno –para que no pudiese hacer trampa-, los lunes tenía que ir a musicoterapia, los martes y jueves tenía con la psicóloga, los miércoles tenía taller de arte, los viernes terapia familiar y los sabados una especie de yoga, no me acuerdo el nombre. Los únicos días libres eran los domingos. También me dijeron que si no comía me iban a poner una sonda (Un especie de cable de plástico que te ponen en la nariz y por ahí te pasan los nutrientes que necesitas). Y siempre tenía que quedarse un adulto conmigo, que por suerte fue mamá. Habían otros con menos suerte, cuyos padres le pagaban a un "ayudante terapéutico" para que cuidasen de sus hijos durante la internación. No quiero ni pensar en lo solos que se sentían.
Aunque mi soledad no era menor que la de ellos, mamá mucho no hablaba conmigo y tampoco estaba todo el tiempo, por las noches y hasta el mediodía me cuidaba una prima mayor de edad que se la pasaba haciendo crucigramas de dos pesos, y nunca me dirigió la palabra. Bueno.. volviendo a la historia -que estoy tratando de resumir-.. Ese día la enfermera me llevó a una habitación "privada" y me hizo una revisación totalmente completa, me sacó sangre, me hizo desnudar por completo, me reviso la garganta, los oídos, me tomo el pulso, y hasta me hizo abrirme de piernas para ver si no tenía alguna enfermedad de transmisión sexual, aunque en ese momento se enteraron de que yo era virgen. Eso para mi fue el terror total, odiaba mi cuerpo, no quería que me viesen, por suerte fue la única vez que me hicieron un chequeo tan profundo.
Más tarde me dejaron ir a mi casa para buscar mis cosas, pero debía volver el mismo día, lo cual con las casi dos horas que tenía de viaje no me daba mucho tiempo, y aunque pensé en escaparme, esa idea la descarté ya que no tenía a dónde ir.
Una vez en casa sentí una nostalgia horrible, y lloré un buen rato en mi habitación armando el bolso, no sabía cuanto tiempo tenía que estar en el hospital. Quería que me dejen en paz, no quería volver a ver el guardapolvo blanco de las enfermeras (De ahí el pánico al hospital que todavía tengo). Agarré mucha ropa, un par de libros de Paulo Coelho, shampoo, acondicionador, cepillo de dientes, peine, invisibles, un perfume, jabón, toallas, una gillette para depilarme, y demás cosas que llevas cuando te vas de viaje.. también en unos bolsillos ocultos dentro del bolso puse un cuaderno en blanco, laxantes, un sacapuntas y un filo de gillette, por las dudas. Abracé a todas mis mascotas sin saber cuando las volvería a ver y volví a ese horrible lugar.. Que con el tiempo dejó de ser tan macabro, llegué hasta a acostumbrarme, descubrí miles de maneras para engañar a las enfermeras, me hice amigas de otras chicas internadas, y hasta tuve momentos felices que nunca voy a olvidar, la mayoría con quien en ese momento fue mi mejor amiga, Shadow..
Continuo después..
No comparto para nada todo lo que haces ni me parece bien, pero es más que obvio que un simple comentario de alguien que ni siquiera te conoce ni vos conoces no va a cambiar tus actitudes, por eso, vengo a decirte algo bueno: tenes mucha facilidad para escribir, al menos eso parece al leer todo tu blog, me encanta como te expresas y algún día me gustaría escribir igual de hermoso. Seguí subiendo porfavor. Mel :)
ResponderEliminaryo no puedo saber que pasa por tu mente, no te conozco, pero siento empatía.
ResponderEliminarlo he pasado pésimo también de distinta forma, pero mi consejo es que te resguardes, la exposición en estos tiempos es un problema.
es verdad lo que dice la chica arriba, escribes hermoso, pero no te cierres en tus dramas. la vida es hermosa si sabes apreciarla y compartirla con los seres que te aman, aprende a perdonarte y amarte. si alguien te hace daño ignóralo, ya que esa persona si que tiene un problema al tratar de hacerte daño.
cuando uno es niña todo es de un color azul triste, pero tu eres dueña de tu destino y si aprendes a direccionar lo que realmente quieres lograr de la vida veras como todo fluye hacia eso.
lo que sea que te provoque daño no es definitivo. será difícil, pero no imposible.
muchos cariños a la distancia, espero algún día leer algo de ti y ver que has vencido todo ese dolor. Yo sé que quizás te entre por un oído y te salgo por el otro, lo que te he dicho, pero sé que lo lograras.
Tenes que aceptar lo q padeces, y hablar para tratar de buscarle una solucion a lo q te hace terminar asi
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